lunes, 18 de junio de 2012

Puntuales a su cita

El destino no importaba, tampoco la estación de la que partir, aunque, por comodidad, escogieron la del pueblo. Y allí estaban ellos, puntuales a la cita y apenas ataviados con una sonrisa que desvelaba la irracional ilusión del viajero. Cuando lo vieron venir de lejos, fundieron sus manos, se miraron con ternura, cogieron aire y, una vez se paró definitivamente, dieron comienzo al ritual acordado: primero el pie derecho, luego el izquierdo. Ya estaban dentro. Buscaron asiento, cerraron los ojos y se desearon, poniendo a prueba el recién estrenado código secreto entre abuelo y nieto, un feliz primer viaje en tren. 


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