viernes, 27 de abril de 2012

Aquello que me da vida

Darle forma a las nubes modelando mi imaginación.
Desempolvar cartas arrugadas y fotografías aparcadas en el cajón del olvido.
Brindar bajo miradas de complicidad  y sueños emitidos en voz alta.
Comer pan a deshoras. Los masajes en los pies. Las caricias que comienzan tímidas y suben y bajan sin tener en cuenta el reloj, conformando a su paso un paraíso efímero.
Mañanas y tardes de risa. Noches envueltas en lágrimas que deshacen tristezas.
Bailes que encarnan coreografías surgidas del movimiento del alma.

Reconocer a las personas por su perfume, o por su aroma corporal, y cerrar los ojos y permitir que la última experiencia compartida se muestre como un recuerdo tácito de un tiempo que decidió, sin permiso, dejarnos de lado.

Imaginar el primer día de una vida futura. 
Soñar con los ojos cerrados y el corazón abierto. 
Las conversaciones profundas; también las más triviales.
Las canciones regaladas en los momentos oportunos.

Los amaneceres que comienzan con el pie izquierdo y cierran el círculo con el paso cambiado.
Las flores que abren con su aroma un paréntesis en mis pensamientos.
Los caminos compartidos. Los instantes que se presuponen legendarios y consiguen serlo. Las manos entrelazadas. Las miradas reencontradas. Las pasiones despertadas por primera vez. Los suspiros que desenmascaran secretos.

La inocencia que se abre paso entre la maquillada madurez.
Los paisajes creados para perdernos sin movernos del lugar.
Los rayos del sol, la magia de una noche de luna llena,  las gotas de lluvia que regalan vida, la brisa que refresca, la tierra que se deja marcar sin quejas ni lamentos.
La sencillez de un abrazo. Las carcajadas contagiosas. Las ternuras reparadoras.
Los pequeños detalles que llenan de matices la existencia humana,siempre a caballo entre los distintos escenarios en los que se desvanece la delicada vida.