miércoles, 10 de diciembre de 2014

De un tono gris, como el día más tonto


Existen días grises. No hay duda. Esos en que pesan los ojos y el alma se arrastra. Días en que cuesta respirar lento, oler con calma, buscar las ganas. Días grises, que cabalgan entre la oscuridad de la derrota y la esperanza del mañana. Apenas importan recuerdos, sueños, ni palabras disfrazadas en versos.

Los días pintados de un  insulso grisáceo tienen la palidez de una estupidez punzante, la desesperación de un llanto que se resiste a abandonar océanos de rabia y el frío de una soledad buscada entre la nada.

Son días sin vida, o tan repletos de ella, que asustan, y resulta difícil mirarlos de frente y extraer sus enseñanzas.